Peter Navarro, el verdadero artífice de los aranceles de Trump, y sus desencuentros con el «ensamblador de coches» Elon Musk

INTERNACIONAL

Economista de 75 años, es el consejero de Comercio de la Administración estadounidense. Firme defensor de las políticas proteccionistas, cree que China es una amenaza existencial para su país y se opone frontalmente a los acuerdos de libre comercio
09 abr 2025 . Actualizado a las 17:43 h.Cuando Donald Trump fue investido el pasado 20 de enero en Washington, las miradas se dirigían a Elon Musk, quien se pensaba que era el gurú económico del presidente, que inauguraba su segundo mandato en la Casa Blanca con euforia en los mercados y en las criptomonedas. A Musk se le encomendó la labor de ejecutar recortes y sanear las arcas públicas para júbilo de un sector privado que parecía acoger las nuevas medidas con entusiasmo. Cuando los trabajadores que sufrieron la tijera se manifestaron delante de los concesionarios de la marca de coches que dirige Musk, Tesla, y las ventas empezaron a caer con estrépito en todo el mundo, hasta Trump se compró uno de sus modelos para mostrarle su apoyo. Pero el magnate económico tenía a un enemigo muy cerca, que ha acabado por relegarle. A comienzos de este mes de abril, Trump comunicaba que Elon sería un asesor más, pero que no tendría relevancia en el recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés).
Y es que negocios de Musk como Tesla, se ven directamente afectados por los aranceles que ha impuesto el ejecutivo norteamericano. Y al frente de esa política proteccionista está Peter Navarro, con quien Trump contó entre 2017 y 2021 como director de la Oficina de Política Comercial y Manufacturera y que ahora es consejero principal de Comercio y Fabricación.
Navarro y Musk se llevan ahora como el perro y el gato. «No es un fabricante de automóviles. Él es un ensamblador de automóviles», se refería al propietario de Tesla el ideólogo de unas tasas al comercio que entiende que perjudican los intereses de quien desea «componentes [mecánicos] extranjeros baratos para sus coches». Pero es que el pensamiento de Musk es contrario a la mayor pretensión de Navarro de «repatriar las cadenas de suministro globales» y aspirar a que los automóviles y cualquier otra cosa sea fabricada localmente. De ahí la guerra comercial desatada por unas tasas que comenzaron como «aranceles recíprocos» y que en casos como el de China van ya por un estratosférico 104 %.
Con las penalizaciones a las importaciones ya en vigor, llegaba la réplica de Musk: «Navarro es un auténtico imbécil. Lo que dice es manifiestamente falso». «Tesla es el fabricante de automóviles más verticalmente integrado de Estados Unidos, con el mayor porcentaje de contenido estadounidense. Navarro es más tonto que un saco de ladrillos», se despachaba en X, red social también en manos del magnate.
La Casa Blanca, a través de su portavoz Karoline Leavitt, restó importancia al enfrentamiento entre asesores e, incluso, pareció alentar la pelea: «Son dos personas con visiones diferentes sobre comercio y aranceles. Esto son cosas de chicos, y dejaremos que sigan su pelea en público».
¿Quién es Navarro, que se refiere a él mismo como Ron Vara?
Basta detenerse en los títulos de dos libros publicados por el economista doctorado en Harvard Peter Navarro (Cambridge, Massachusetts, 1949) para tener pistas sobre su política económica: The Coming China Wars (en español Las próximas guerras chinas, 2006) y Death by China (Muerte por China, 2011). En el primero analiza al gigante asiático en su lucha por liderar los mercados globales deteniéndose en los conflictos que supone en ámbitos como el medio ambiente o la propiedad intelectual. En el segundo, el discurso sube de tono por la amenaza que supone este país para EE.UU.: «Desde la manipulación monetaria y políticas comerciales abusivas hasta productos de consumo letales». Para Navarro, que cita como principal experto en sus trabajos a Ron Vara (un anagrama de su propio nombre), China es un «régimen totalitario fuertemente armado, con aspiraciones a la hegemonía regional y empeñado en la dominación global». Su crítica implícita al «capitalismo global», que considera lesivo para los intereses estadounidenses, ya la había mostrado como estudiante en 1984 en el libro El juego de políticas: cómo los intereses especiales y los ideólogos están robando a Estados Unidos, un tratado en el que alertaba de la pérdida de empleos por el comercio internacional y la competencia extranjera.
Segundo mandato con Donald Trump
No son muchos los asesores con los que Donald Trump contó en su primer mandato que han vuelto a acompañarle en el segundo. Navarro sí está en esa lista. Entre 2017 y 2021 fue Director de la Oficina de Política Comercial y de Manufactura, impulsando desde 2018 una guerra comercial entre China y EE.UU. que continuaría Joe Biden. Desde entonces, se le piden al país oriental cambios en prácticas comerciales relativas al big data, la propiedad intelectual o, más recientemente, la inteligencia artificial; además de imponer aranceles. De hecho, fue curiosamente con el presidente demócrata, en 2022, cuando acabaron desatándose las hostilidades, al aplicarse sanciones para proteger intereses estratégicos a 50 empresas chinas o con fuertes relaciones comerciales con este país, entre ellas gigantescas fabricantes de dispositivos electrónicos como Huawei, Nvidia o DJI.
Desde finales de enero, Navarro es Consejero Principal del Presidente para Comercio y Manufactura, incrementando aún más las restricciones a las relaciones económicas con China, con aranceles que ya suponen pagar más del doble por los productos que en origen. Su proteccionismo ha rediseñado por completo el mapa del flujo comercial no solo estadounidense sino mundial, desequilibrando también la balanza de importaciones y exportaciones con antiguos socios como la Unión Europea o Canadá.
Un ideólogo polémico
En un intento por invalidar las elecciones presidenciales de 2020, que perdió Trump, Navarro promovió teorías conspirativas sobre fraude electoral. En febrero de 2022, el Congreso le emitió dos citaciones, pero se negó a cumplirlas, lo que llevó a que el caso fuera remitido al Departamento de Justicia. Más tarde, en 2022, un gran jurado lo acusó de dos cargos de desacato al Congreso. Finalmente, en 2023, fue declarado culpable de ambos cargos, y en 2024, se le sentenció a cuatro meses de prisión, convirtiéndose en el primer exfuncionario de la Casa Blanca encarcelado por este delito. Según los jueces, se negó a entregar a la Nación registros presidenciales de alto valor que tenía en su poder.