
Llenazo en los «leirapárkings» y mesas a reventar en la temporada alta de la ruta de los vinos de casa en el área de Vigo
04 abr 2025 . Actualizado a las 00:34 h.La primavera ya está aquí, y con ella, la temporada alta de furanchos en el área de Vigo. Estos establecimientos efímeros, auténticos templos de la gastronomía y la tradición gallega, viven su mejor momento. Más de una docena están ya a pleno rendimiento y la demanda no deja de crecer. Imposible encontrar hueco sin reserva previa los sábados por la noche en los más cotizados. «Hay quien ya nos llama el lunes o martes para guardar sitio para el fin de semana», confirman desde varios locales.
De jueves a domingo, las carreteras secundarias del interior de la provincia de Pontevedra se llenan de coches guiados por el GPS en busca del furancho perfecto. No hace falta mapa: a partir de las siete de la tarde, cualquier cuneta, arcén o campo se convierte en aparcamiento improvisado. La señal inequívoca es el característico laurel en la puerta, testigo de una tradición que sigue más viva que nunca. Familias enteras, jóvenes y mayores se suman a la experiencia única de compartir vinos de cosecha propia y tapas caseras en un ambiente festivo y acogedor.
La tendencia es clara: los furanchos han logrado conectar con el público joven. «Cada vez son más los que se animan a venir, y eso garantiza su futuro», explican los dueños. En puertas de Semana Santa, si el tiempo acompaña, se espera una auténtica marea de visitantes. El atractivo de estos lugares es tal que han dado lugar a su propia guía de referencia, la Guía Furanchín, considerada la Michelín de estos santuarios gastronómicos.
Roberto Otero, al frente del furancho A Fonte, ubicado en la parroquia mosense de Torroso, cerca del aeropuerto, lo confirma: «Estamos sirviendo a unos 200 clientes por noche en fin de semana». Abrió sus puertas a principios de marzo y desde entonces no ha dejado de recibir reservas. «Cada año viene más gente y se mueven más. Siempre estamos llenos y los sábados y domingos ya solo se puede con reserva», afirma sin detenerse ni un instante en el trajín de cuncas y platos en el que colabora toda la familia. Sus clientes llegan desde O Porriño, Redondela y Vigo, atraídos por la autenticidad y la calidad de las tapas. «A la gente le gusta lo tradicional, lo auténtico, y aquí se encuentran ambas cosas», subraya.
La simpatía y buen hacer de Mónica Fernández y su familia, atrae multitudes. Desde el furancho Os Cabalos, situado en el Camiño do Quintal, recuerda los inicios del negocio familiar: «Empezamos hace 28 años en la casa de mis suegros que está aquí al lado, y seguimos ahora por respeto a ellos, que trabajaron toda su vida una viña que no queremos que se pierda». Su furancho, que debe su nombre a la presencia histórica de caballos en la finca, se ha convertido en un referente. «Siempre está lleno, el ambiente es como una fiesta», dice, mientras sus hijas y yernos atienden las mesas en una dinámica de trabajo que no cesa y un ambientazo.
Juan y María, dos jóvenes de Vigo asiduos a los furanchos, defienden su importancia: «Nos encanta la comida, pero también el buen rollo y la calidad. No solo es tradición, también ayuda a asentar a los jóvenes en el rural y a que no se pierdan todas las viñas». Los furanchos han trascendido su función original de vender el excedente de vino de cosecha propia. Se han convertido en un atractivo turístico y cultural que dinamiza la economía local. La clave está en el buen ambiente y la mejor oferta gastronómica: tortillas, raxo, zorza, empanadas y callos se suman al inconfundible sabor del vino servido en cunca. En Os Cabalos, el domingo al mediodía se sirvieron 50 tortillas, cinco empanadas y diez kilos de huevos, mientras las empanadillas de zamburiñas, carne, choco o bacalao causaban sensación. El secreto, según Mónica, está en la paciencia: «La cebolla está dos horas pochando en la cocina de hierro».
Guillermo y Esther, de Tui, resumen el fenómeno: «Los furanchos tienen cada vez más repercusión y reconocimiento, gracias también a las redes sociales para compartir experiencias». Atraen a más jóvenes y se han convertido en una cita ineludible».
Con un calendario de apertura que oscila entre diciembre y junio, cada furancho elige sus propios tres meses de actividad. Lo que es seguro es que, mientras estén abiertos, seguirán siendo el epicentro de una Galicia que celebra su esencia con vino, comida y buena compañía.