Una derrota con dignidad

Claudia Luna Palencia
Claudia luna palencia PERIODISTA MEXICANA. DIRECTORA DE «CONEXIÓN HISPANOAMÉRICA»

OPINIÓN

Maria Senovilla | EFE

05 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La invasión debió evitarse desde el 2014 cuando Putin maniobró para la autoproclamación de independencia de Crimea y, ni Europa ni Estados Unidos, hicieron alguna maniobra para defender entonces a Ucrania. Se limitaron a expulsar a Rusia del G7 y a confiar (con una pueril ingenuidad) en que los acuerdos de Minsk serían respetados por un ambicioso imperialista.

Tras cumplirse el tercer año de la guerra, las cifras proporcionadas por el Gobierno ucranio, al 16 de febrero pasado, señalan que el ejército ruso ha matado a 46.000 soldados ucranios y herido a otros 390.000 soldados. Y, habrían muerto, casi 100.000 soldados rusos.

No hay cifras fiables de cuántas bajas militares han acontecido de uno y de otro lado, esto forma parte del teatro bélico; por ejemplo, Washington estima entre 60.000 y 70.000 las bajas militares ucranias y la ONU, ventila que Rusia habría matado a 12.000 civiles pero permanecen desaparecidas casi 60.000 personas.

En vísperas de que acontezca un alto el fuego, el periódico Le Monde, analizó cómo ha cambiado el ánimo de la población europea tres años después de iniciada la invasión: vemos una Europa que sigue debilitándose amenazada por una serie de movimientos antisistema y de extrema derecha.

En dicho artículo se llega a la conclusión de que el empantanamiento del conflicto, la fatiga de la opinión pública y el miedo a la escalada están jugando a favor de Moscú, en detrimento de Europa. «Se está abriendo una línea divisoria en el continente entre los Estados decididos a protegerse a sí mismos y los que abogan por el apaciguamiento», defiende el diario.

En medio de este escenario orbita el final de la guerra en Ucrania: hay temor de que un mal acuerdo no solo arruine e hipoteque la vida de los ucranios sino que orille a los europeos a poner sobre de la mesa la imperiosa necesidad de reclutar jóvenes; volver al servicio militar obligatorio, aumentar la capacidad de sus ejércitos, gastar más en defensa y poner tropas europeas de paz en Ucrania.

Putin y Trump quieren que Zelenski anuncie la capitulación. Las consecuencias jurídicas y económicas de hacerlo serían para el país rendido muy graves ante el invasor: primero, el reconocimiento de la pérdida del territorio invadido; segundo, la obligatoriedad de resarcir económicamente al invasor por los daños que estime pertinentes; tercero, asestaría un golpe anímico considerable para la población ucrania que durante poco más de tres años ha visto morir a sus jóvenes defendiendo a su patria; y, cuarto, dejaría a Zelenski en una franca situación de debilidad y de credibilidad ante los ucranios.

Bajo esa premisa, el presidente Macron en su encuentro en Washington con su homólogo norteamericano, le trasladó que Ucrania no debería firmar su rendición y, en cambio, optar por una tregua con Rusia. Y, después, sentarlos a signar un tratado de paz y de seguridad avalado por Estados Unidos y Europa.

Primordialmente, sería un convenio jurídico, mucho más digno para los ucranios y que, una vez pierdan Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón no les obligue encima a resarcir económicamente a los rusos por tres años de guerra. Un convenio que les permita el intercambio de prisioneros de guerra; el retorno de los niños sustraídos por Rusia y establecer una serie de líneas rojas de común acuerdo. Y, darle a Zelenski, ese marco de seguridad reclamado por él: que Putin no vuelva a intentarlo.